viernes, 13 de febrero de 2009

Cartas de la Impotencia


Cartas de la Impotencia

Las Dunas a 28- Febrero - 1899



Amada y querida Prisca:

Sigo en el campo de concentración de Las Dunas y desconozco cuando volveré a escribirte porque la censura americana, ha contratado colaboradores cubanos para que hagan el trabajo sucio.
Es muy difícil expresarte mis sentimientos en la situación limite en la que me encuentro.

Te sigo queriendo y no me cansaré de repetírtelo, que mi amor por ti, se ha ido ensanchando en la misma medida que se agranda nuestra distancia.

Pero mi vida, ha cambiado radicalmente. Es muy duro estar preso, en un campo de concentración conviviendo con un ejercito de desechos humanos que deambulan como fantasmas entre las dunas donde ya no hay espacio para enterrar en fosas a tanto muerto.

Soy rebelde porque nací sin alambradas de espino. Sin jóvenes centinelas asustados, que vigilan tus pasos día y noche, y se ponen nerviosos con su sombra, disparando a bulto, sobre cualquier cosa que se mueva.

Me gustaría decirte, que mi corazón está feliz y mi espíritu alegre, gozando con la posibilidad de escribirte esta carta, y tu alborozo al recibirla después de tanto tiempo. Podría decírtelo, pero te mentiría.

Lloro, Prisca, de rabia a corazón abierto.

En multitud de instantes, mi amor, tuve pánico a la muerte. Sentí, su fétido aliento en la nuca. Observé de cerca, sus cuencas vacías, negras y profundas que te hacen sudar de miedo. Noté, como el pánico, paralizaba mis músculos, clavando al suelo los huesos de mis piernas.

Pero amada, Prisca, ninguna circunstancia anterior es comparable a estas vivencias, donde te sientes enjaulado como un gavilán. Y tu horizonte se corta en la pared de troncos puntiagudos, rematados por espino y cristales, que nos cercan. Hasta a la noche le ponen fronteras, barriendo con luz las jorobas de arena, que llegan hasta la playa como náufragos perdidos después de la tormenta.
Son las dunas que dan nombre a este infierno, desértico, al aire libre.
Mi temor a morir, se enraizaba, cariño, en la cruel realidad de perderte para siempre.
En cambio, esta situación, representa una agonía lenta, dentro de un futuro incierto. Una interrogante sin respuesta, que incide como la punta envenenada de una flecha, en la línea de flotación de mi voluntad férrea de sobrevivir.
Me he propuesto resistir, a la trágica realidad que nos acosa. Una tortura calculada para destrozar al hombre minando con paciencia de termita, la moral de estos soldados derrotados, que pasean el sello de la rendición, colgado de la desmoralización de sentirse abandonados.

Y a los que han vaciado de voluntad y alma para convertirlos en desechos vivientes de hombres.
Lo han intentado todo para anularnos.

Ayer, me requisaron todas tus cartas, cortándome de un tajo, el cordón umbilical de tus recuerdos.
Es un paso más en su proceso de reconvertirte en un guiñapo.
Una cabronada que debo reconocer que me ha impactado como una bomba en el pecho.
Tus cartas, vida mía, eran cartas de amor, impregnadas de comprensión y ternura, hacia nuestra separación, que llevas con un talante de mujer comprometida. Paciente y rocosa a los embates de los mozos que quieren cortejarte. Tu cariño hacia mi persona, empapa las frases, que se alinean en letras diminutas perfumando el papel de tus misivas.
No tenerlas amor, representará un vacío similar, a la inmensa soledad que sentiría, el único habitante de la tierra.

Prisca, mantén firme y florido nuestro amor, que es lo mas puro.
Te quiero y jamás se marchitará nuestro cariño, que está por encima de guerras, de políticas crueles, de patriotismos falsos y de personas rastreras.
No sé amor de mis amores, cuando volveré a escribirte, ni que tiempo durará esta condena, ni tan siquiera si saldré vivo de esta ratonera, donde se muere de insolación, de tifus, de gangrena o de un tiro en la cabeza.
La huida hacia el mar es imposible esta plagado de tiburones.
Saltar la empalizada es con toda seguridad morir acribillado por las ametralladoras.

Rezo a Dios por volver, porque es la única esperanza que me queda. Reza tu también para que se cumplan pronto nuestros deseos de vernos frente a frente en nuestro pueblo. De que podamos casarnos y tener hijos, y que nuestros hijos nos den nietos.
Te pido que les des un beso a mis padres y otro fuerte a los tuyos.

Un abrazo a mi hermana y primos.
Y recuerdos para todos los amigos del pueblo.

Te quiero hasta la eternidad.

Tuyo.

Constantino