UNA MIRADA DESDE EL BALCON DE MI CASA.
Es levante para no variar. Apoyado en la balaustrada de piedra del balcón de mi casa, oteo frente a mi al mar, que se va cubriendo lentamente con el negro manto de la noche.
De una noche, que a ido arrinconando inevitablemente a un día radiante, de un calor asfixiante de verano. Antes, al filo mismo de la tarde, he tenido el privilegio de observar, como el sol se despeñaba agonizante, tras la línea que marca el horizonte, detrás de la punta de Tarifa, en el despeñadero del mar, donde los romanos juraban que se acababa el mundo.
Ha sido una puesta de sol espectacular, con tonos rojos anaranjados y grises difuminados en un azul cobalto mediterráneo, que solo el pincel y la paleta de Edmundo Voig, viejo amigo de mi padre, es capaz de plasmar, en el vivo colorido de sus acuarelas.
Tal vez mi afición a la pintura, me venga de examinar detenidamente, los cuadros que suele exponer Edmundo en la sala cultural del Casino Militar. Mi padre siempre se ha preguntado, como un duro comandante legionario, puede llegar a tener tanta sensibilidad.
Empiezo a notar como a medida que avanza la noche, la humedad que arrastra mansamente la brisa, se clava como afilados alfileres en la corteza de mis huesos, llegando a punzarme las articulaciones.
Mas de una vez, le oí decir a mi abuela Prisca, que era castellana venida del secano, que este clima húmedo, lleva el reuma cargado en sus alforjas.
Aquí debajo, en la calle que alguien rebautizo después de la guerra con el nombre de Calvo Sotelo, los pocos coches que dormitan aparcados junto a la acera, comienzan a sudar con el relente.
Sorprendentemente, a nadie en la ciudad le ha debido gustar el cambio de su anterior nombre, porque los ceutíes viejos, continúan denominándola cariñosamente calle de la Marina.
Así la sigue llamando Zumaquero, que avanza despacio, arrastrando sus pies embutidos en unas alpargatas blancas, por las losetas de la acera que da al mar, puntual como cada noche, a su cita con la pesca cuando comienza a subir la marea.
Zumaquero, tiene un rostro, que parece tallado en madera de cedro a golpes de formón. Inseparable de su larga caña de bambú para pescar, se situara acodado al pretil que se asoma a las rocas, enfrente del portal de nuestra fabrica de chocolates. Ahí, se pasa las horas lanzando la caña y liando cigarros de picadura uno tras otro. Muchas noches, en las que el insomnio me secuestra, bajo de mi casa hasta la calle, y entonces Zumaquero, me enseña con paciencia a empatillar los anzuelos y a diferenciar los cebos según el tipo de pescado. “A los róbalos y las lisas, ponles la miga de pan bien amasada, a las chopas, les ensartas en el anzuelo las gusanas que puedes coger en las “Balsas”, y a los sargos, les colocas un buen trozo de concha fina. Pero antes no te olvides de “enguaar” bien el fondo.”
Y es que asomado a este balcón, sin ningún obstáculo visual que se interponga entre mi vista y la inmensidad del Estrecho, me siento un hombre inmensamente afortunado y libre.
Observando la negrura del mar, que se quiebra tenuemente, con las brillantes luces que alumbran las farolas de carburo que las traiñas enarbolan en la popa, me arrastra la sensación de navegar en el mismísimo puente de mando de un petrolero.
Admito, que mi apego a las cosas del mar, esta influenciado por las historias que de vez en cuando, me narra mi vecino Pacho Larrea.
Pacho y su familia, son vecinos nuestros desde hace un año. Llegaron desde Bilbao. Pero tuvo la desgracia de enviudar al poco tiempo. Y sus hijos Pachi, Fede e Iñaqui se quedaron huérfanos. Desde entonces, es junto con Juan Gorriño el practico del puerto. Un tranquilo retiro para un inquieto “lobo de mar”. Pero noto como le brillan los ojos, cuando le observo rebuscar en el archivo de sus viejos recuerdos, para contarme alguna historias de sus innumerables viajes por el mundo, como capitán de un carguero matriculado en Bilbao.
“ En la segunda guerra mundial, me contó, España se declaro neutral, pero los aliados no se fiaban y sus barcos de guerra nos tenían permanentemente controlados, una noche, en medio del Atlántico, nos llego desde el fondo del océano, el run-run de unos motores, inmediatamente, mande parar los nuestros y mantenernos al pairo. La situación era grave, porque desconocíamos las intenciones de los de abajo. Reuní a toda la tripulación para decirles: tenemos un submarino probablemente ingles debajo de nuestro casco, a partir de este momento no quiero oír ni un ruido, ni una sola palabra, que estos jodidos ingleses tienen escuchas que lo entienden todo. No habían pasado cinco minutos, cuando me llega como un trueno desde la cocina, la fuerte voz de Paco el cocinero, me voy hacia el hecho una furia y le hago desde lejos el gesto de que se calle. Paco me mira sorprendido y sin bajar la voz va y me dice con su mejor acento gaditano : que pasa capitán, no nos ha dicho que los del submarino de abajo son ingleses, pues “joe” capitán, si ellos hablan ingles y yo en cambio hablo malamente el español, como “coño” cree usted que me van a entender”.
Algunas tardes, en que el aburrimiento te obliga a no hacer nada, le pido prestado los grandes prismáticos Zenith a su hijo Pachi y me entretengo asomado al balcón de mi habitación, junto a mi hermano Julio, en jugar a identificar la nacionalidad de los barcos que cruzan el Estrecho, a través de los colores que lucen las banderas que todos izan en la popa.
Como siempre, después de la caída del sol, se suaviza el viento y comienza a amainar el levante.
Pronto llegara Pepito el botones del Centro de Hijos de Ceuta con la cena para mi padre, huevos fritos y calamares a la romana.
Intuyo, que dentro de muy poco , la niebla que llega a ráfagas arrastrada por el viento de mar a tierra, levantara una espesa pared invisible, acotando el espacio existente entre mi visión y los dos diminutos faros situados en la bocana de los muelles, y entonces, me atrapara esa sensación claustrofóbica de aislamiento que tantas veces me agobia.
Pero debo reconocer que esta ciudad donde nací, tiene muchísimas otras cosas que compensan esas sensaciones pasajeras de sentirme preso.
Recuerdo, como me embriaga arrollador, el aroma que arrastra el aire perfumado de yodo y sal, cuando sopla salvaje desde levante por la empinada cuesta del Recinto.
Y el olor a azahar, suave y penetrante, de los naranjos alineados como penitentes en Semana Santa, a lo largo de las dos aceras del “Revellín” Y me fascinan, las vistas que contemplo de estos dos continentes situados en la encrucijada de dos mares, cuando subo los domingos al mirador de la posición “A”, en un día despejado de poniente.
Y la calma chicha que se posa a lo largo de sus calles para velar la sagrada hora de la siesta.
He llegado a admirar, la tranquilidad y paciencia de los que sentados en los bancos de piedra de la plaza de Azcarate, ven pasar la vida ajenos a que el mundo continua dando vueltas.
Cuentan, que se oye susurrar a los que sueñan en alto, que al final de la glorieta de Ingenieros, bordeando las rocas que llegan en procesión hasta la playa de San Amaro, que cuando allí cierras los ojos, se llega a escuchar al silencio.
De haberlo presentido, me hubiese marchado de casa esta mañana. Al igual que todos estos días de vacaciones, mi hermano Julio, ha bajado ha jugar al futbol a la plazoleta que queda detrás del edificio de nuestra casa. Se trata de una plazoleta a la que dan cuatro fachadas de vecinos. En ella, Julio se junta con sus amigos de siempre, Ramón Miguel Lozano, José Joaquín Atencia, Pachi Larrea y Silverio de la Yesa. Y algunas veces, aparece sin avisar Yoni Borras para completar el equipo.
El caso es, que le han roto de un pelotazo, dos cristales de la ventana a la vecina de la primera planta, como era de esperar, han abandonado la pelota y han salido corriendo como locos calle Alfau arriba. Pero “Tato” Andrés Martínez-Palacios, lo ha visto todo desde lo alto de la azotea de su casa, donde por cierto, he descubierto que se esconde, para que nadie le vea fumarse un cigarrillo, y “Tato” como testigo presente no ha tenido mas remedio que venir a contárselo a mi padre.
Además de ir pagando los cristales, con las 2 pesetas semanales de su paga, mi hermano, estará castigado un mes sin pisar la calle. Pero me consta, que la peor parte de esta travesura, se la ha llevado su amigo Silverio. Porque además de la gran bronca que le ha pegado su padre, la vecina de la plazoleta que esta de ellos hasta el moño, con una mala leche reconcentrada, le ha cortado en rodajas como si fuera una sandia la pelota nueva, que le regalaron por su cumpleaños.
Parece que las losetas de la calle mojadas, sean fruto de la lluvia, pero no, es el viento de levante, que suda cuando corre veloz atravesando la Marina.
Desde el silencio, me llegan arrastradas por el viento, quejidos lastimosos de “pavanas”, que rezan revoloteando en el aire a los muertos que dormitan junto al mar.
Me contó mi abuelo, un día paseando por las faldas del Hacho, que un “caballa” del que no recuerda el nombre, quiso situar el cementerio en aquel lugar, para que en las noches en que bate furioso el oleaje, las olas lleguen a arrullar el sueño de los muertos y se duerman placidamente mirando hacia el mar.
Se acaba el verano y dentro de unos días llegaran las despedidas.
Mis amigos Carlos Guerrero y Pepe Ibáñez, se marchan a Madrid para estudiar, uno comenzara económicas y el otro ayudante de obras publicas. Antes, ya se han ido Feliciano Gil , Alfonso Armada y Josechu Nieto, para ingresar en la academia Militar de Zaragoza.
Entonces, bajare andando hasta el muelle de la Puntilla y sacare el pañuelo blanco para despedirlos. Luego, observare desde el balcón de mi casa, con lagrimas en los ojos, como el Virgen de África emproa la bocana rumbo hacia Algeciras y poco a poco, me voy sintiendo cercado, por la ansiedad de sentirme inmensamente solo.
El Virgen de África, es nuestro ferry-correo. No hace mucho que sustituyo al Victoria de Algeciras, pero todavía recuerdo con nostalgia, como navegaba el Ciudad de Ceuta, al que los “caballas”, rebautizaron con el nombre mas bonito que jamás ha tenido un barco: la “Paloma”. Solía tener normalmente la arribada, hacia las siete de la tarde procedente de Algeciras, yo entonces, esperaba apoyado en mi balconada, para disfrutar observando como se aproximaba lentamente la “Paloma”, deslizándose orgullosa por encima del agua salada.
Mi madre siempre dice, que los barcos-correos son el cordón umbilical imprescindible que nos une con la península.
Tengo que reconocer que en este verano, he visto muchas cosas nuevas.
Ni los mas viejos del lugar hubiesen llegado a soñar, conque Ceuta tuviese una plaza de toros en Hadu. Pero mi padre y su amigo José Luis Núñez, ayudante de la Junta de Obras del Puerto, se han convertido en empresarios y la han inaugurado con una novillada en plena feria de agosto. Creo que los toros eran de la ganadería de Juan Belmonte, que lidiaron en un mano a mano, los novilleros revelación de la temporada, Julio Aparicio y Miguel Báez “Litri”. Fue tanta la expectación, que la plaza estaba llena hasta el ultimo tendido. Desde Tetuán, se han agregado el alto comisario Rafael García Valiño y su comitiva, casi veinte personas mas o menos. Mi padre, que estaba en el callejón, ha murmurado cuando ha visto tanta gente “y vienen todos de gañote”. En el descanso del tercer toro, la Alta Comisaría tenia contratado con el Vicentino, el servicio de merienda para el palco. Yo, que estaba en la puerta de entrada al palco, observaba boquiabierto como pasaban a la altura de mis ojos, las bandejas repletas de canapés, mediasnoches, jamón, salchichón, lomo y queso, sin probarlas. Pero en la antesala de autoridades, los escoltas del general, paraban a los camareros y se zampaban los canapés y el jamón, sin respirar, entre un teniente y un sargento, he llegado a contar que se han comido cuarenta mediasnoches, ahí es nada. Vicente, los ha mirado desde lejos con cara de pocos amigos, y el comandante de la guardia civil, jefe de la escolta del alto comisario, dándose por enterado, le ha respondido acercándose : “ que sepa usted que lo hacemos obligados, por si llegan a estar envenenados”. Joder con los escoltas pensé para mi, si las medianoches hubiesen estado envenenadas, estos pedazos de tíos se hubiesen muerto al menos veinte veces.
Pero la corrida importante de la feria fue en la que actuaron los tres ceutíes.
El primer toro fue para Luis Ford, que toreo con mucho arte primero con el capote y posteriormente con la muleta. El segundo le ha correspondido al “Momi”, que según he leído en el cartel de la puerta de cuadrillas, se anuncia pomposamente, como “Israel tiene un torero”, la verdad es que a Salomón, la voluntad no le falta, pero le han pitado creo que injustamente, cuando le ha clavado a su toro, las dos banderillas en el mismo rabo. Mi padre sorprendido le ha gritado desde el burladero: “ Pero “Momi”, que has hecho”. Y el le ha respondido con un desplante: “Na don Gerardo, que los toros que ha traído usted son muy chicos y este se me ha quedao corto” . El ultimo de la terna en torear, ha sido el gran Pajarraco, que arte tiene este torero para esconderse de burladero en burladero, se le nota a una legua, que le puede el miedo. Al final, entre aplausos unánimes de “cachondeo”, a trasteado al toro a dos metros de distancia y acercándose le ha pedido a Luis Ford con mucho empaque: “ remátalo tu Luis, que te lo he dejao cansao”.
A principios del verano, vino mi primo Fernando Lacaci de vacaciones. No lo hacia desde que se marcharon a Madrid hace 15 años. Se ha quedado sorprendido de lo moderna y bonita que esta Ceuta. Cuando lo he llevado a conocer el Club Natación Caballa, no podía creer que en nuestra ciudad, tuviésemos una piscina de competición, donde se celebran campeonatos nacionales de natación. He tenido que recurrir a Vicente Bernet su presidente para que confirmase mis palabras, mientras abajo en la piscina Miguel Navalon y Juan Serraiz, entrenaban a los jugadores de waterpolo.
En Madrid, según me cuenta mi primo, el transporte urbano que utiliza para desplazarse desde el barrio de Usera donde vive, hasta el centro de la ciudad, es el tranvía o el metro.
En realidad se denomina Metropolitano, pero los madrileños que están empezando a imitar a los andaluces, van y se comen la mitad de la palabra. Pero mi primo coincide conmigo, en que llamar a los autobuses de aqui, camionetas, es mas entrañable. De hecho, cuando me escribe alguna carta, siempre recuerda a la camioneta que nos subió hasta Hadu desde el puente Almina, y a la camioneta que nos llevaba todas las mañanas a bañarnos hasta la playa de Benítez y que tiene la parada en la curva frente a mi casa.
Podría haber elegido otro sitio. Pero a mi padre le encanta el pulpo como buen gallego. Así ,que ha invitado a mis primos a comerlo en el bar “Los Pulpos”, el que esta situado, en la antigua estación de tren de Miramar, frente al varadero de La Almadraba. Ha sido entrar y encontrarnos con la familia Orozco y Tony, el fotógrafo del Faro, sentados por un lado, y los Simones sentados en otra mesa, que por lo visto estaban celebrando por todo lo alto, el cumpleaños de Luis Simon. Como era de esperar, en una reunión semejante los chistes y las risas han durado hasta las dos de la madrugada.
Al principio creía que Madrid, se encontraba a tan solo ocho horas de viaje. Pero el olvido al que habitualmente compruebo nos someten los de la capital, nos aleja en la distancia a muchos cientos de kilómetros, y seguramente, nos obliga a los “caballas”, a tener que reivindicar nuestro españolismo permanentemente. Son las cosas de los políticos de Madrid, sentencia mi padre. Respeto su opinión, pero no me convence. En esta bendita tierra, se ha derramado demasiada sangre española, para que algunos politicos incultos, crean que España se termina en Algeciras.
De cuando en cuando, percibo como la suave brisa me abanica la frente refrescando los recuerdos, que sin proponérmelo, se van engarzando esta noche uno tras otro, en un collar de cuentas sin fin.
Posiblemente, este airecillo me ayudara a despejarme, borrando de mis ojeras las ultimas esquirlas del cansancio.
El dia que estrenaron West Side Story, estaban agotadas todas las entradas desde una semana antes.
Ni las influencias de mi amigo Pepe Ibáñez, hijo de los dueños del cine Apolo, nos ha servido para conseguirlas. Al principio nos desesperamos, pero allí estaba Paco “Latas”, para colarnos de “extranjis” en el “gallinero”. De común acuerdo todos los “Menguis” , hemos acordado regalarle a Paco un paquete de tabaco. Por ello, le hemos comprado un paquete de Luky Strike al “Niño de los Rizos”, que cuentan las malas lenguas, que se abrillanta los tirabuzones con el aceite que sobra de los churros, el “Niño” es el mismo, que planta su carrillo de pipas y de chucherías todas las tardes en la puerta del cine Apolo, .
Llevo tanto tiempo observando desde este balcón, la actividad que se desarrolla a diario en mi ciudad, que empiezo a sentirme un joven viejo.
Cuando la noche se haya convertido en boca de lobo, es mas que probable que el levante comience a rolar a viento de poniente, y mañana amanezca un día luminoso.
Oigo como sube desde un extremo de la calle, el eco sordo de los pasos del ultimo noctámbulo, al que le sobra el sueño.
Por la cadencia del sonido que me llega, reconozco el caminar de mi vecino Emilio Vaquer, el “Cacholitro”, que suele llegar de retirada después de su ultima batalla en el Whisky a Gogo con Fernando Campi y Ernesto Weil. Buena gente dice mi madre. Buenos amigos de sus amigos, replica mi padre.
En contraste con los noctámbulos, esta mañana muy temprano, me fije como África la “Carretilla”, pasaba a lo largo de la calle después de bajar el callejon del Lobo, tirando con fuerza de su carrito cargado de sacos de arena, ladrillos y herramientas, confieso que observándola detenidamente desde este balcón, he llegado a admirar la fuerza y tenacidad de esta mujer irrepetible.
Aquí, E A J- 46 Radio Ceuta, es la voz inconfundible de José Solera, que sale del altavoz del Telefunken, colocado en el aparador del comedor, para anunciarnos que comienza el programa nocturno del “Club del Oyente” y el “Disco Dedicado”.
Mi madre me ha contado, que durante toda la guerra, la locutora de Radio Ceuta, fue su amiga Salud Tejero, la esposa de Claudio Romero, nuestro medico de cabecera.
Dentro de la emisora debe hacer tanto calor, que Solera se ve obligado a abrir los balcones de par en par, pero abajo en la calle, hay tanta chiquillería jugando, que Solera se tiene que desgañitar ante el micrófono, para enmascarar el alboroto que sube de la calle.
Supongo, que tendremos que acostumbrarnos a escuchar como canta Antonio Molina, Yo soy Minero, con un coro de gritos infantiles de fondo.
Aunque seguramente, a Paqui Jiménez, que le acaba de dedicar el disco a,” su madre, su hermana Trini, y su tía Micaela, que la estarán escuchando y a su novio Crisanto, que esta haciendo la mili en Regulares nº 3,” con todo el amor del mundo, que bien sabe el Crisanto que le profesa , y también porque le echa mucho de menos, y tiene preparado ya el ajuar para casarse en cuanto se licencie”, no creo que le importe mucho.
Ahora que recuerdo, he quedado el sábado con Luichi Cabello, para irnos andando hasta Benzu, y tratar de ver como despedazan la ballena, que han remolcado ayer hasta la nueva factoría ballenera, en un barco arponero que la cazo en el Estrecho. En el bar Niza de la plaza de los Reyes, Edelmiro, suele poner de tapa la carne de ballena en adobo, pero no me gusta, porque su carne tiene la fibra recia de una vaca vieja pero con sabor a pescado.
Si mejor será que vallamos el sábado, porque el domingo hemos quedado los dos por la tarde, con Cristóbal Serran y Paco Pérez que llegara en la “Valenciana” desde Castillejos, a pasear indistintamente arriba y abajo, por el paseo de las Palmeras, que a esa hora se llena de jóvenes pandillas. Cristóbal, me ha confesado que esta nervioso, porque llegue la tarde de la cita con, María de África, Berta, Pili, y Elena.
Como pasan los años. Este edificio lo mando construir mi abuelo Constantino López, para instalar en los locales de abajo, la fabrica de chocolates, que fundo en 1.917. Entonces la llamo “La Unión”. Fabricaban bombones y a la vez el chocolate “Negrita” y “Pierrot”. Después, cuando la amplio en 1.941, la registro como chocolates Constantino López y creo dos marcas nuevas que hoy son nuestra merienda diaria. Chocolate de almendra “Maruja” y chocolate de leche “Bebe”, del que me horroriza la etiqueta que lo envuelve, porque reproduce una fotografía mia de cuando era un bebe, con un bucle circular en la frente, mas cursi que un mono de San Amaro con chistera.
Fructuoso Pérez, su maestro chocolatero, afirma con orgullo que mi generación esta sana y saludable, porque nunca nos ha faltado en la merienda el pan con chocolate.
Siempre he creído que aquellos emprendedores empresarios amigos de mi abuelo, que transformaron con sus negocios y profesionalidad, un pueblo de militares, emigrantes y funcionarios, en categoría de ciudad, se merecerían el reconocimiento de un homenaje.
Como el que ha recibido el dia cinco de agosto, festividad de la Virgen de África, en el Centro de Hijos de Ceuta, con motivo de habérsele concedido el Premio Nacional de Literatura, el poeta “caballa” Luis López de Anglada, que para celebrarlo, recito su poesía:
CEUTA
Ceuta es pequeña y dulce; esta acostada
En los brazos del mar, como si fuera
Una niña dormida que tuviera
La espuma de las olas por almohada
Ceuta canta latines, cristianada
Con la sal del Estrecho marinera,
Y empina su blancura campanera
Al espejo del mar acicalada.
Ceuta es una andaluza niñería
Que, si saltar pudiera, saltaría
La comba del agua y sal del océano.
Y allí esta, entre la arena y la muralla,
Como una niña que bajo a la playa
Y se le fue a la madre de la mano.
Me voy a dormir, porque mañana que ya es hoy, el sol nada mas amanecer volverá a poner las cosas en su sitio.