Carta de la
desesperanza
Santiago de Cuba, a 30 Agosto, 1.898
Querida y amada Prisca:
A partir de este fatídico día, somos como dice el artículo tercero del
protocolo de la rendición:" Prisioneros de "facto" de los
americanos"
A si nos lo ha explicado, a toda la guarnición formada en el patio del
cuartel, el Coronel Venerando, tragándose las bilis que le subían, desde el
hígado. Y masticando por debajo del mostacho, negro y peludo, como el sobaco de
un mono, un cabreo de narices.
Por orden del Capitán General, refrendada por el responsable militar de
Santiago, general Toral:" todos los soldados en activo de guarnición en la
provincia de Santiago de Cuba, quedan hechos prisioneros": Dos o tres
veces, se le ha entrecortado la voz y ha seguido, ronco:
"Incluidos los oficiales y jefes, que tendrán un trato
especial..."
No pudo aguantar más. Tiró la cuartilla del bando al suelo y la machacó
enérgicamente con el tacón. Tintinearon las espuelas, abrazadas a la caña de
las botas, sobadas y descoloridas de tanto montar a caballo.
Cariño, no pudo aguantar, y yo le aplaudo. Se le iluminó el rostro y gritó:
"Soldados, prisioneros una mierda. Y menos con distinciones. Si estos
cabrones quieren cogernos, que vengan primero a por mí."
Presiento amor, y no quiero alarmarte, que estamos en la antesala del
infierno. Me temo que pese a las bravatas y posturas intransigentes de nuestros
jefes. Estaremos como un rebaño en el cercado. Blasfemando, maldiciendo, y
sacando pecho, para arrugar a los yanquis. Que les da igual. Son un pedazo de
tocino, que ni sienten, ni padecen. Cumplen ordenes, como soldados de plomo.
Les tienen prohibido pensar. Por eso actuarán con el reglamento por bandera
queramos o no. Gritemos o protestemos. Acabaremos, donde quieran y como
quieran.
Son los vencedores y el que gana amada Prisca, impone sus leyes, y si hace
falta, con sangre.
No se me olvida, que hace, solamente, tres meses, hacíamos nosotros, lo
mismo con los rebeldes cubanos que apresábamos.
No quiero hacerme falsas ilusiones, sobre su forma de tratarnos. No tienen
motivos, si no todo lo contrario. Les hemos "zurrado la badana",
causándoles más bajas de las que esperaban, les hemos matado un general, y les
hemos enseñado al mundo que son soldados sin casta.
Ha corrido mucha sangre americana, para que se les haya olvidado tan pronto
y querrán cobrarla.
Entre tanta soldadesca supongo que habrá de todo. El canijo que no es capaz
de levantarte la voz, aunque esté armado con un Remington y el hijo de puta,
que puede hacerte la vida imposible.
Tienes que contárselo a mis padres, con tacto. Acuérdate del corazón
renqueante de mi madre, que no soportaría un golpe fuerte.
Pero deben saber que situación padezco, y hacia que fin caminamos.
Si ocurriese lo peor, estarían avisados, y su dolor, siendo el mismo, es
más llevadero.
Yo sé, por sus cartas, que son conscientes de que una guerra, es una
lotería, te puede tocar el premio gordo de sobrevivir, o la bola negra de
morir.
Pero nunca se está suficientemente preparado, para recibir la jodida
esquela con membrete del Ministerio del Ejercito, donde te informan que:
"su hijo murió valientemente, haciendo honor a España. La patria
agradecida, lo tendrá siempre presente, como uno de sus más preclaros
hijos." Nuestro más sentido pésame".
De que les va a servir ese escrito en papel verde pradera, a mis padres.
No entenderán otra circunstancia que sentir mi vacío. El hueco en la mesa a
la de almorzar. La cama vacía por la noche. La chaqueta de pana negra sin
descolgar y el azadón colgado, esperando una mano el día del juicio final.
Prisca, la situación es mala y quiero que todos afrontemos la realidad. No
quiero hacerte llorar; pero si te ocultara la verdad, te estaría engañando.
Siempre te he sido fiel, hasta soñando. Y no tengo fuerza para envolverte en
bonitas frases la cruda realidad que nos circunda.
Esperare sereno mi destino. No tengo otra opción. Resistirme, solo serviría
para hacer más lenta la agonía, sin cambiar el final de la historia. Estoy a la
fuerza participando en algo que seguro, cambiara a España, y no consigo
grabarlo en mi memoria. Si algún día tengo que contarlo, tendré dificultades
para recordarlo, tal es el estado en que se te queda la cabeza.
Figúrate, mi amor, un soldado de la guerra de Cuba, contándole a sus
nietos, sus vivencias, sus pequeñas historias, estos malditos ratos, en que la
moral se deshace como la sal en la mar.
Tu y yo, frente a la chimenea, rodeados de niños y niñas, boquiabiertos,
absorbiendo como esponjas cada relato. Todos tus nietos, mudos, mirando de
abajo a arriba al abuelo, sentado en su mecedora de mimbre, como un dios
entronado en la habitación.
Solo pensarlo, me pone la carne de gallina.
Termino, querida Prisca, no te aflijas. Dios es justo y generoso, no puede
abandonarme ahora que más lo necesito. Ahora que creo en El.
Dales las gracias a Carlos "El Cadenas", por los quesos que te
regaló y no has podido enviarme. Y a Tito, prométele, que el día de mi regreso
asaremos el lechazo que tiene encargado en Turegano, lo regaremos con una
arroba de vino de Cebreros. Iremos a por él, en el carro de tu padre, tirado
por la"Paloma" y la "Bernarda". Engalanadas con los
collares de margaritas y diadema trenzada con jazmín y nardos. De la misma
forma, que tu padre las viste para asistir a la romería de la virgen de Gracia.
Espérame y te hare la mujer mas feliz de mundo. Si algo tengo que
agradecerle a esta maldita guerra es que ha engrandecido mi amor por tí. La
distancia hace que se desee mas lo que no se tiene.
Que desee tus manos para calmar el miedo
Que desee tus labios para calmar mi sed de besos.
Que desee tu calma para dormir como un niño.
Muchos besos porque eres lo que mas quiero.
Tuyo siempre
Constantino


