martes, 28 de octubre de 2008

Carta de la desesperanza


Carta de la desesperanza



Santiago de Cuba, a 30 Agosto, 1.898

Querida y amada Prisca:


A partir de este fatídico día, somos como dice el artículo tercero del protocolo de la rendición:" Prisioneros de "facto" de los americanos"

A si nos lo ha explicado, a toda la guarnición formada en el patio del cuartel, el Coronel Venerando, tragándose las bilis que le subían, desde el hígado. Y masticando por debajo del mostacho, negro y peludo, como el sobaco de un mono, un cabreo de narices.

Por orden del Capitán General, refrendada por el responsable militar de Santiago, general Toral:" todos los soldados en activo de guarnición en la provincia de Santiago de Cuba, quedan hechos prisioneros": Dos o tres veces, se le ha entrecortado la voz y ha seguido, ronco:

"Incluidos los oficiales y jefes, que tendrán un trato especial..."

No pudo aguantar más. Tiró la cuartilla del bando al suelo y la machacó enérgicamente con el tacón. Tintinearon las espuelas, abrazadas a la caña de las botas, sobadas y descoloridas de tanto montar a caballo.

Cariño, no pudo aguantar, y yo le aplaudo. Se le iluminó el rostro y gritó: "Soldados, prisioneros una mierda. Y menos con distinciones. Si estos cabrones quieren cogernos, que vengan primero a por mí."

Presiento amor, y no quiero alarmarte, que estamos en la antesala del infierno. Me temo que pese a las bravatas y posturas intransigentes de nuestros jefes. Estaremos como un rebaño en el cercado. Blasfemando, maldiciendo, y sacando pecho, para arrugar a los yanquis. Que les da igual. Son un pedazo de tocino, que ni sienten, ni padecen. Cumplen ordenes, como soldados de plomo. Les tienen prohibido pensar. Por eso actuarán con el reglamento por bandera queramos o no. Gritemos o protestemos. Acabaremos, donde quieran y como quieran.

Son los vencedores y el que gana amada Prisca, impone sus leyes, y si hace falta, con sangre.

No se me olvida, que hace, solamente, tres meses, hacíamos nosotros, lo mismo con los rebeldes cubanos que apresábamos.

No quiero hacerme falsas ilusiones, sobre su forma de tratarnos. No tienen motivos, si no todo lo contrario. Les hemos "zurrado la badana", causándoles más bajas de las que esperaban, les hemos matado un general, y les hemos enseñado al mundo que son soldados sin casta.

Ha corrido mucha sangre americana, para que se les haya olvidado tan pronto y querrán cobrarla.

Entre tanta soldadesca supongo que habrá de todo. El canijo que no es capaz de levantarte la voz, aunque esté armado con un Remington y el hijo de puta, que puede hacerte la vida imposible.

Tienes que contárselo a mis padres, con tacto. Acuérdate del corazón renqueante de mi madre, que no soportaría un golpe fuerte.

Pero deben saber que situación padezco, y hacia que fin caminamos.

Si ocurriese lo peor, estarían avisados, y su dolor, siendo el mismo, es más llevadero.

Yo sé, por sus cartas, que son conscientes de que una guerra, es una lotería, te puede tocar el premio gordo de sobrevivir, o la bola negra de morir.

Pero nunca se está suficientemente preparado, para recibir la jodida esquela con membrete del Ministerio del Ejercito, donde te informan que: "su hijo murió valientemente, haciendo honor a España. La patria agradecida, lo tendrá siempre presente, como uno de sus más preclaros hijos." Nuestro más sentido pésame".

De que les va a servir ese escrito en papel verde pradera, a mis padres.

No entenderán otra circunstancia que sentir mi vacío. El hueco en la mesa a la de almorzar. La cama vacía por la noche. La chaqueta de pana negra sin descolgar y el azadón colgado, esperando una mano el día del juicio final.

Prisca, la situación es mala y quiero que todos afrontemos la realidad. No quiero hacerte llorar; pero si te ocultara la verdad, te estaría engañando. Siempre te he sido fiel, hasta soñando. Y no tengo fuerza para envolverte en bonitas frases la cruda realidad que nos circunda.

Esperare sereno mi destino. No tengo otra opción. Resistirme, solo serviría para hacer más lenta la agonía, sin cambiar el final de la historia. Estoy a la fuerza participando en algo que seguro, cambiara a España, y no consigo grabarlo en mi memoria. Si algún día tengo que contarlo, tendré dificultades para recordarlo, tal es el estado en que se te queda la cabeza.

Figúrate, mi amor, un soldado de la guerra de Cuba, contándole a sus nietos, sus vivencias, sus pequeñas historias, estos malditos ratos, en que la moral se deshace como la sal en la mar.

Tu y yo, frente a la chimenea, rodeados de niños y niñas, boquiabiertos, absorbiendo como esponjas cada relato. Todos tus nietos, mudos, mirando de abajo a arriba al abuelo, sentado en su mecedora de mimbre, como un dios entronado en la habitación.

Solo pensarlo, me pone la carne de gallina.

Termino, querida Prisca, no te aflijas. Dios es justo y generoso, no puede abandonarme ahora que más lo necesito. Ahora que creo en El.

Dales las gracias a Carlos "El Cadenas", por los quesos que te regaló y no has podido enviarme. Y a Tito, prométele, que el día de mi regreso asaremos el lechazo que tiene encargado en Turegano, lo regaremos con una arroba de vino de Cebreros. Iremos a por él, en el carro de tu padre, tirado por la"Paloma" y la "Bernarda". Engalanadas con los collares de margaritas y diadema trenzada con jazmín y nardos. De la misma forma, que tu padre las viste para asistir a la romería de la virgen de Gracia.

Espérame y te hare la mujer mas feliz de mundo. Si algo tengo que agradecerle a esta maldita guerra es que ha engrandecido mi amor por tí. La distancia hace que se desee mas lo que no se tiene.

Que desee tus manos para calmar el miedo

Que desee tus labios para calmar mi sed de besos.

Que desee tu calma para dormir como un niño.

Muchos besos porque eres lo que mas quiero.







Tuyo siempre



Constantino

martes, 30 de septiembre de 2008

Cartas de la desesperanza


Cartas de la desesperanza




Santiago de Cuba a 16 de Julio de 1898

Mi querida Prisca:

Jamás pude sospechar el día que salí del pueblo hacia la Isla, que mis vivencias pasarían por tantas situaciones extremas. No era consciente de que sin quererlo, entraría en la historia de España, apretujado, dentro del cerca del millón de hombres que estamos aquí luchando.
Porque día a día se viven unos acontecimientos que forzosamente quedarán recogidos en el archivo de nuestra historia.
No sé si se ajustarán a la verdad, relatando la realidad, o buscarán, cien mil excusas, para al final ocultarlo bajo la envoltura sutil y siempre agradecida, de un patriotismo, que aquí nadie siente ya, pero que en la Metrópoli, estoy seguro se mantiene vivo.
Te cuento todo esto, mi amada, porque hoy para desgracia nuestra el general Toral, ha rendido esta plaza y ciudad de Santiago de Cuba a los americanos.
A las seis de la tarde, con los ojos enrojecidos por la falta de sueño, y lagrimas de rabia, acompañado de su estado mayor, ha capitulado, ante el general americano Shafter, que por la mañana, casi de madrugada, había enviado emisarios, rogando que no se prolongase más el sufrimiento de la población civil, donde el hambre comenzaba a cobrarse más muertos que las balas, y se evitase a toda costa una masacre.
Al final, aunque algunos exaltados, querían resistir a cualquier precio, se ha impuesto la cordura de nuestro general en jefe.
Ha sido un momento espantoso para el ejercito y cruel para el general. Pues, si ya de por sí, es degradante para un militar entregar su espada, cosa que ha hecho directamente al general Shafter, que ha tenido el gesto y la delicadeza de devolvérsela inmediatamente. Es una gran cabronada, que la historia te reconozca unicamente por el general que perdió la batalla de Santiago de Cuba, y rindió la ciudad.
No envidio al general.
Y es que, querida Prisca, la vida para algunos es una cabronada.
Desconocemos a partir de ahora, que pasará con nosotros. De momento tenemos asegurada la vida que no es poco. En el fondo me alegro, no lo divulgues, porque me tratarían de cobarde derrotista, justamente los " chaqueteros " que no están aquí para sufrirlo.
He visto, amada mía, a niños pelearse a pedradas por unas mondas de patatas. He compartido mi media ración de pan de centeno, ablandado con agua, con un niño de pecho, porque las tetas de la madre eran dos colgajos de cuero, secos de leche. Tengo, amor, grabado en la retina, y me temo que para siempre, como los ancianos desesperados, se tiran desde una roca de la fortaleza del Morro, al mar embravecido, para ahogarse.
Es horrible. Pero esto es la guerra, brutal y despiadada, sin derecho a la flaqueza. Inhumana con los más débiles, canalla con los mas necesitados.
Ha sido un alivio, escuchar el bando del general Toral, pidiendo calma a la población, que nadie intente hacerse el héroe recibiendo a tiros a los americanos, porque una actitud así, puede provocar duras e irremediables represalias.
Los " yanquis ", han prometido respetar la vida a todos los civiles y a los soldados que entreguen las armas. Cosa que hará cada regimiento en su cuartel, ante una compañía de infantería americana.
La población civil ha sufrido en sus carnes, el zarpazo del hambre, el mordisco infectante de las enfermedades, y la desesperación moral de quien se encuentra atrapado en una ratonera, sin recursos para aliviarla, e impotente para resolverla. Y cada situación extrema, deja una muesca en el cerebro, que hace camino hacia la locura.
Hay que estar aquí, querida Prisca para sufrirlo.
Tienes que enfangarte, en el lodazal de tierra y sangre que amasa una guerra, para entender como niñas de doce y catorce años, venden su virginidad, a oficiales españoles maduros, por un kilo de arroz y medio de tocino. Como algunas madres, están preparando a sus hijas, para recibir con abrazos y cama a los invasores, a cambio de comida y medicinas.
Nos hemos degradado, sin sentirlo, hasta tal extremo, que robas el pan a tu mejor amigo y compañero.
La disciplina se ha resquebrajado de tal forma, que algunos oficiales, los muy cabrones, se han vestido de paisano y dejado crecer el pelo, para evitar, si nadie les denuncia, la cárcel o el campo de concentración.
Estos cobardes, me revuelven las tripas.
Prisca, a partir de ahora desconozco desde donde y cuando podre escribirte, estos yanquis aseguran que respetarán nuestros derechos de prisioneros, pero no me fio, un enemigo es un enemigo, bastante daño nos han hecho y no son gente de fiar.
Solo te pido un ultimo esfuerzo, ten fe en nuestra buena estrella. Regresaré no lo dudes porque mi ilusión por verte es infinitamente mas fuerte que todos los obstáculos que se atraviesen en mi camino.
Lo peor ya ha pasado, por eso cuento los días para que me repatrien. Volver destrozados y derrotados será un deshonor, pero eso que se lo apunte el ejercito, los generales y los políticos. A mi la derrota me sabe a gloria porque me permitirá abrazarte pronto y rehacer una vida que separaron de un hachazo, contigo a mi lado.

Abrazos para tus padres y los míos y para ti todo el amor de un corazón al que tienes secuestrado.

Besos

domingo, 21 de septiembre de 2008

Carta del miedo


Carta del miedo




Santiago de Cuba, a 2 de Julio de 1.898


Mi querida y deseada Prisca:



Te escribo con un doble sentimiento de alegría y dolor.

Alegría, porque mi buena estrella, no me abandona. Hemos estado destinados en el fuerte de El Caney, pasándolas "canutas ", han sido los peores momentos de esta guerra. El futuro lo veía tan negro, que no tuve valor para escribirte. Te juro por nuestro amor, que estaba convencido de que eran los últimos días, de mi vida.

Pero la voluntad de Dios fue que siguiese vivo.

Ha sido una semana muy dura. Con los rebeldes " sacudiéndonos " día y noche, sin descanso, hostigándonos hasta debajo del jergón. Nos han causado tantas bajas, que el alto mando decidió evacuar a las dos compañías de mi regimiento los "Cazadores de África" y eso nos salvó la vida.

En El Caney; se quedaron para su gloria, el General Vara del Rey, sus hijos y 500 valientes más, que hoy después del anuncio de sus muertes ya han entrado en la historia como héroes. Pero a mí, querida Prisca, me han devuelto la vida.

Cuentan que ayer, desde muy temprano, comenzó la batalla. Han resistido como jabatos, todo el día, a un ejercito de yanquis que les quintuplicaban. Ni uno solo, dio un paso atrás. Cuando caía un compañero, enseguida otro, ocupaba su lugar en la trinchera, pero al final, se ha impuesto su superioridad numérica.

Han muerto como valientes, aunque yo, egoístamente, pensando en tí prefiero no haber entrado en esta pagina de la historia.

Toco madera y el escapulario de la Virgen de África, que me enviaste en tu última carta, para que continúe mi suerte.

Mi otro sentimiento es de dolor al conocer que el mismo día en que yo le hacia un recorte a la muerte, mi paisano Josele, moría acribillado por las descargas de los hijos de putas americanos en la colina de San Juan.

Los han abatido con saña. Abusando de su fuerza. Josele, me han dicho defendió su posición con bravura. Resistiendo en un "blocao" lleno de muertos y heridos, llevaban días sin comer y sin agua bebiéndose sus propios orines. Herido en el cuello y las piernas, se negó a ser evacuado. Parapetado tras los escombros, disparó cientos de balas, a la vez que arengaba a sus compañeros del regimiento ! disparad, disparad sin pausa, que estos cabrones sepan, que aquí, hay cien españoles que no se rinden.

Me lo han contado, con lagrimas en los ojos, los dos únicos supervivientes, que escaparon del asalto final, nada más llegar a Santiago. Y hoy en el parte de guerra que diariamente emite el Cuartel General, se cita su nombre por su gesto heroico y se le concede la medalla militar al valor, me enorgullece como paisano y amigo, pero no me devolverá su vida.

Te estoy escribiendo y a la vez llorando. Cuánto miedo tenia Josele a la muerte, y cuando le vio la cara, tan cerca que le quemaba su aliento helado, no dudó en enfrentarse, con unos arrestos que ya quisiera para mí, si por desgracia, me veo envuelto en una situación semejante.

Lloro, Prisca, porque jamás volveré a ver su cara de hogaza de pan, redonda y buena. Porque me acuerdo de sus padres, que solo recibirán una carta y una medalla. De su cuerpo, que no repatriaran, enterrándolo Dios sabe donde. Y porque hoy, maldita, maldita sea esta guerra, me han matado a un paisano y buen amigo.

Cariño, tengo la moral por los suelos.

Estoy tan derrumbado, que no me acuerdo del hambre que estamos pasando.

Solo la fe en tu amor, mantiene vivo mi espíritu, que a veces cariño, languidece como la llama de una "torcida", vagando por el aceite espeso del candil.



Léeles a los padres de Josele esta carta. Que conozcan por mí, como murió su hijo. Y cuéntaselo a quien te escuche, que sepan todos que en Cuba está enterrado un héroe.



Mi amor, es tanto mi deseo de verte, que me asaltan mil dudas cuando la vida te da sin comprenderlo mordiscos en el alma. Yo solo quiero amarte, no pido más.

¿Es que acaso pido tanto?

¿Porqué unos tienen tanto, y otros, los más, tan poco?.

¿Porqué los cubanos son felices haciéndonos la guerra, y yo la odio?.

¿Porqué España está tan lejos?

¿ Soy tan diferente al resto de los humanos?, mi amor, o es que la humanidad, se ha vuelto loca.

Cuando la guerra te pesa como una losa, y el mañana, puede ser nunca, te pierdes en preguntas sin respuestas, que te llevan disciplinadamente, a un laberinto sin salida.

No tengo fuerzas para seguir escribiéndote, las pocas que me restan, las reservo para quererte.





Besos de quien no te olvida.





Tuyo siempre.







Constantino