Cartas de la
desesperanza
Santiago de Cuba a 16 de Julio de 1898
Mi querida Prisca:
Jamás pude sospechar el día que salí del
pueblo hacia la Isla, que mis vivencias pasarían por tantas situaciones
extremas. No era consciente de que sin quererlo, entraría en la historia de
España, apretujado, dentro del cerca del millón de hombres que estamos aquí
luchando.
Porque día a día se viven unos
acontecimientos que forzosamente quedarán recogidos en el archivo de nuestra
historia.
No sé si se ajustarán a la verdad,
relatando la realidad, o buscarán, cien mil excusas, para al final ocultarlo
bajo la envoltura sutil y siempre agradecida, de un patriotismo, que aquí nadie
siente ya, pero que en la Metrópoli, estoy seguro se mantiene vivo.
Te cuento todo esto, mi amada, porque hoy
para desgracia nuestra el general Toral, ha rendido esta plaza y ciudad de
Santiago de Cuba a los americanos.
A las seis de la tarde, con los ojos
enrojecidos por la falta de sueño, y lagrimas de rabia, acompañado de su estado
mayor, ha capitulado, ante el general americano Shafter, que por la mañana,
casi de madrugada, había enviado emisarios, rogando que no se prolongase más el
sufrimiento de la población civil, donde el hambre comenzaba a cobrarse más
muertos que las balas, y se evitase a toda costa una masacre.
Al final, aunque algunos exaltados, querían
resistir a cualquier precio, se ha impuesto la cordura de nuestro general en
jefe.
Ha sido un momento espantoso para el
ejercito y cruel para el general. Pues, si ya de por sí, es degradante para un
militar entregar su espada, cosa que ha hecho directamente al general Shafter,
que ha tenido el gesto y la delicadeza de devolvérsela inmediatamente. Es una
gran cabronada, que la historia te reconozca unicamente por el general que
perdió la batalla de Santiago de Cuba, y rindió la ciudad.
No envidio al general.
Y es que, querida Prisca, la vida para
algunos es una cabronada.
Desconocemos a partir de ahora, que pasará
con nosotros. De momento tenemos asegurada la vida que no es poco. En el fondo
me alegro, no lo divulgues, porque me tratarían de cobarde derrotista,
justamente los " chaqueteros " que no están aquí para sufrirlo.
He visto, amada mía, a niños pelearse a
pedradas por unas mondas de patatas. He compartido mi media ración de pan de
centeno, ablandado con agua, con un niño de pecho, porque las tetas de la madre
eran dos colgajos de cuero, secos de leche. Tengo, amor, grabado en la retina,
y me temo que para siempre, como los ancianos desesperados, se tiran desde una
roca de la fortaleza del Morro, al mar embravecido, para ahogarse.
Es horrible. Pero esto es la guerra, brutal
y despiadada, sin derecho a la flaqueza. Inhumana con los más débiles, canalla
con los mas necesitados.
Ha sido un alivio, escuchar el bando del general
Toral, pidiendo calma a la población, que nadie intente hacerse el héroe
recibiendo a tiros a los americanos, porque una actitud así, puede provocar
duras e irremediables represalias.
Los " yanquis ", han prometido
respetar la vida a todos los civiles y a los soldados que entreguen las armas.
Cosa que hará cada regimiento en su cuartel, ante una compañía de infantería
americana.
La población civil ha sufrido en sus
carnes, el zarpazo del hambre, el mordisco infectante de las enfermedades, y la
desesperación moral de quien se encuentra atrapado en una ratonera, sin
recursos para aliviarla, e impotente para resolverla. Y cada situación extrema,
deja una muesca en el cerebro, que hace camino hacia la locura.
Hay que estar aquí, querida Prisca para
sufrirlo.
Tienes que enfangarte, en el lodazal de
tierra y sangre que amasa una guerra, para entender como niñas de doce y
catorce años, venden su virginidad, a oficiales españoles maduros, por un kilo
de arroz y medio de tocino. Como algunas madres, están preparando a sus hijas,
para recibir con abrazos y cama a los invasores, a cambio de comida y
medicinas.
Nos hemos degradado, sin sentirlo, hasta
tal extremo, que robas el pan a tu mejor amigo y compañero.
La disciplina se ha resquebrajado de tal
forma, que algunos oficiales, los muy cabrones, se han vestido de paisano y
dejado crecer el pelo, para evitar, si nadie les denuncia, la cárcel o el campo
de concentración.
Estos cobardes, me revuelven las tripas.
Prisca, a partir de ahora desconozco desde
donde y cuando podre escribirte, estos yanquis aseguran que respetarán nuestros
derechos de prisioneros, pero no me fio, un enemigo es un enemigo, bastante
daño nos han hecho y no son gente de fiar.
Solo te pido un ultimo esfuerzo, ten fe en
nuestra buena estrella. Regresaré no lo dudes porque mi ilusión por verte es
infinitamente mas fuerte que todos los obstáculos que se atraviesen en mi
camino.
Lo peor ya ha pasado, por eso cuento los días
para que me repatrien. Volver destrozados y derrotados será un deshonor, pero
eso que se lo apunte el ejercito, los generales y los políticos. A mi la
derrota me sabe a gloria porque me permitirá abrazarte pronto y rehacer una
vida que separaron de un hachazo, contigo a mi lado.
Abrazos para tus padres y los míos y para ti
todo el amor de un corazón al que tienes secuestrado.

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