martes, 30 de septiembre de 2008

Cartas de la desesperanza


Cartas de la desesperanza




Santiago de Cuba a 16 de Julio de 1898

Mi querida Prisca:

Jamás pude sospechar el día que salí del pueblo hacia la Isla, que mis vivencias pasarían por tantas situaciones extremas. No era consciente de que sin quererlo, entraría en la historia de España, apretujado, dentro del cerca del millón de hombres que estamos aquí luchando.
Porque día a día se viven unos acontecimientos que forzosamente quedarán recogidos en el archivo de nuestra historia.
No sé si se ajustarán a la verdad, relatando la realidad, o buscarán, cien mil excusas, para al final ocultarlo bajo la envoltura sutil y siempre agradecida, de un patriotismo, que aquí nadie siente ya, pero que en la Metrópoli, estoy seguro se mantiene vivo.
Te cuento todo esto, mi amada, porque hoy para desgracia nuestra el general Toral, ha rendido esta plaza y ciudad de Santiago de Cuba a los americanos.
A las seis de la tarde, con los ojos enrojecidos por la falta de sueño, y lagrimas de rabia, acompañado de su estado mayor, ha capitulado, ante el general americano Shafter, que por la mañana, casi de madrugada, había enviado emisarios, rogando que no se prolongase más el sufrimiento de la población civil, donde el hambre comenzaba a cobrarse más muertos que las balas, y se evitase a toda costa una masacre.
Al final, aunque algunos exaltados, querían resistir a cualquier precio, se ha impuesto la cordura de nuestro general en jefe.
Ha sido un momento espantoso para el ejercito y cruel para el general. Pues, si ya de por sí, es degradante para un militar entregar su espada, cosa que ha hecho directamente al general Shafter, que ha tenido el gesto y la delicadeza de devolvérsela inmediatamente. Es una gran cabronada, que la historia te reconozca unicamente por el general que perdió la batalla de Santiago de Cuba, y rindió la ciudad.
No envidio al general.
Y es que, querida Prisca, la vida para algunos es una cabronada.
Desconocemos a partir de ahora, que pasará con nosotros. De momento tenemos asegurada la vida que no es poco. En el fondo me alegro, no lo divulgues, porque me tratarían de cobarde derrotista, justamente los " chaqueteros " que no están aquí para sufrirlo.
He visto, amada mía, a niños pelearse a pedradas por unas mondas de patatas. He compartido mi media ración de pan de centeno, ablandado con agua, con un niño de pecho, porque las tetas de la madre eran dos colgajos de cuero, secos de leche. Tengo, amor, grabado en la retina, y me temo que para siempre, como los ancianos desesperados, se tiran desde una roca de la fortaleza del Morro, al mar embravecido, para ahogarse.
Es horrible. Pero esto es la guerra, brutal y despiadada, sin derecho a la flaqueza. Inhumana con los más débiles, canalla con los mas necesitados.
Ha sido un alivio, escuchar el bando del general Toral, pidiendo calma a la población, que nadie intente hacerse el héroe recibiendo a tiros a los americanos, porque una actitud así, puede provocar duras e irremediables represalias.
Los " yanquis ", han prometido respetar la vida a todos los civiles y a los soldados que entreguen las armas. Cosa que hará cada regimiento en su cuartel, ante una compañía de infantería americana.
La población civil ha sufrido en sus carnes, el zarpazo del hambre, el mordisco infectante de las enfermedades, y la desesperación moral de quien se encuentra atrapado en una ratonera, sin recursos para aliviarla, e impotente para resolverla. Y cada situación extrema, deja una muesca en el cerebro, que hace camino hacia la locura.
Hay que estar aquí, querida Prisca para sufrirlo.
Tienes que enfangarte, en el lodazal de tierra y sangre que amasa una guerra, para entender como niñas de doce y catorce años, venden su virginidad, a oficiales españoles maduros, por un kilo de arroz y medio de tocino. Como algunas madres, están preparando a sus hijas, para recibir con abrazos y cama a los invasores, a cambio de comida y medicinas.
Nos hemos degradado, sin sentirlo, hasta tal extremo, que robas el pan a tu mejor amigo y compañero.
La disciplina se ha resquebrajado de tal forma, que algunos oficiales, los muy cabrones, se han vestido de paisano y dejado crecer el pelo, para evitar, si nadie les denuncia, la cárcel o el campo de concentración.
Estos cobardes, me revuelven las tripas.
Prisca, a partir de ahora desconozco desde donde y cuando podre escribirte, estos yanquis aseguran que respetarán nuestros derechos de prisioneros, pero no me fio, un enemigo es un enemigo, bastante daño nos han hecho y no son gente de fiar.
Solo te pido un ultimo esfuerzo, ten fe en nuestra buena estrella. Regresaré no lo dudes porque mi ilusión por verte es infinitamente mas fuerte que todos los obstáculos que se atraviesen en mi camino.
Lo peor ya ha pasado, por eso cuento los días para que me repatrien. Volver destrozados y derrotados será un deshonor, pero eso que se lo apunte el ejercito, los generales y los políticos. A mi la derrota me sabe a gloria porque me permitirá abrazarte pronto y rehacer una vida que separaron de un hachazo, contigo a mi lado.

Abrazos para tus padres y los míos y para ti todo el amor de un corazón al que tienes secuestrado.

Besos

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