Carta del
miedo
Santiago de Cuba, a 2 de Julio de 1.898
Mi querida y deseada Prisca:
Te escribo con un doble sentimiento de alegría y dolor.
Alegría, porque mi buena estrella, no me abandona. Hemos estado destinados
en el fuerte de El Caney, pasándolas "canutas ", han sido los peores
momentos de esta guerra. El futuro lo veía tan negro, que no tuve valor para
escribirte. Te juro por nuestro amor, que estaba convencido de que eran los
últimos días, de mi vida.
Pero la voluntad de Dios fue que siguiese vivo.
Ha sido una semana muy dura. Con los rebeldes " sacudiéndonos " día
y noche, sin descanso, hostigándonos hasta debajo del jergón. Nos han causado
tantas bajas, que el alto mando decidió evacuar a las dos compañías de mi
regimiento los "Cazadores de África" y eso nos salvó la vida.
En El Caney; se quedaron para su gloria, el General Vara del Rey, sus hijos
y 500 valientes más, que hoy después del anuncio de sus muertes ya han entrado
en la historia como héroes. Pero a mí, querida Prisca, me han devuelto la vida.
Cuentan que ayer, desde muy temprano, comenzó la batalla. Han resistido
como jabatos, todo el día, a un ejercito de yanquis que les quintuplicaban. Ni
uno solo, dio un paso atrás. Cuando caía un compañero, enseguida otro, ocupaba
su lugar en la trinchera, pero al final, se ha impuesto su superioridad
numérica.
Han muerto como valientes, aunque yo, egoístamente, pensando en tí prefiero
no haber entrado en esta pagina de la historia.
Toco madera y el escapulario de la Virgen de África, que me enviaste en tu
última carta, para que continúe mi suerte.
Mi otro sentimiento es de dolor al conocer que el mismo día en que yo le
hacia un recorte a la muerte, mi paisano Josele, moría acribillado por las descargas
de los hijos de putas americanos en la colina de San Juan.
Los han abatido con saña. Abusando de su fuerza. Josele, me han dicho
defendió su posición con bravura. Resistiendo en un "blocao" lleno de
muertos y heridos, llevaban días sin comer y sin agua bebiéndose sus propios
orines. Herido en el cuello y las piernas, se negó a ser evacuado. Parapetado
tras los escombros, disparó cientos de balas, a la vez que arengaba a sus
compañeros del regimiento ! disparad, disparad sin pausa, que estos cabrones
sepan, que aquí, hay cien españoles que no se rinden.
Me lo han contado, con lagrimas en los ojos, los dos únicos supervivientes,
que escaparon del asalto final, nada más llegar a Santiago. Y hoy en el parte
de guerra que diariamente emite el Cuartel General, se cita su nombre por su
gesto heroico y se le concede la medalla militar al valor, me enorgullece como
paisano y amigo, pero no me devolverá su vida.
Te estoy escribiendo y a la vez llorando. Cuánto miedo tenia Josele a la
muerte, y cuando le vio la cara, tan cerca que le quemaba su aliento helado, no
dudó en enfrentarse, con unos arrestos que ya quisiera para mí, si por
desgracia, me veo envuelto en una situación semejante.
Lloro, Prisca, porque jamás volveré a ver su cara de hogaza de pan, redonda
y buena. Porque me acuerdo de sus padres, que solo recibirán una carta y una
medalla. De su cuerpo, que no repatriaran, enterrándolo Dios sabe donde. Y
porque hoy, maldita, maldita sea esta guerra, me han matado a un paisano y buen
amigo.
Cariño, tengo la moral por los suelos.
Estoy tan derrumbado, que no me acuerdo del hambre que estamos pasando.
Solo la fe en tu amor, mantiene vivo mi espíritu, que a veces cariño,
languidece como la llama de una "torcida", vagando por el aceite
espeso del candil.
Léeles a los padres de Josele esta carta. Que conozcan por mí, como murió
su hijo. Y cuéntaselo a quien te escuche, que sepan todos que en Cuba está
enterrado un héroe.
Mi amor, es tanto mi deseo de verte, que me asaltan mil dudas cuando la
vida te da sin comprenderlo mordiscos en el alma. Yo solo quiero amarte, no
pido más.
¿Es que acaso pido tanto?
¿Porqué unos tienen tanto, y otros, los más, tan poco?.
¿Porqué los cubanos son felices haciéndonos la guerra, y yo la odio?.
¿Porqué España está tan lejos?
¿ Soy tan diferente al resto de los humanos?, mi amor, o es que la
humanidad, se ha vuelto loca.
Cuando la guerra te pesa como una losa, y el mañana, puede ser nunca, te
pierdes en preguntas sin respuestas, que te llevan disciplinadamente, a un
laberinto sin salida.
No tengo fuerzas para seguir escribiéndote, las pocas que me restan, las
reservo para quererte.
Besos de quien no te olvida.
Tuyo siempre.
Constantino

No hay comentarios:
Publicar un comentario