jueves, 19 de junio de 2008

Cartas de la nostalgia IV


Cartas de la nostalgia IV

Santiago de Cuba - 11 de Marzo 1898



Queridísima Prisca :

Te escribo nervioso y preocupado desde nuestro destino, en Santiago de Cuba. Esto se encuentra al otro extremo de la isla. En la provincia de Oriente, donde se sublevaron los terratenientes cubanos. Hay guerrillas por todas partes, las partidas irregulares de campesinos han desatado una lucha sin cuartel.

La marcha de quince días a través de la " manigua " vadeando ríos, escalando montañas, ha sido brutal y dura. He visto morir a mas compañeros, abatidos por el paludismo, la malaria y la fatiga, que supongo lo hacen las balas enemigas.

Si, amor, ya he visto el rostro descarnado de la muerte, su sonrisa hueca y repugnante y todavía no hemos entrado en combate. Es un adelanto cruelmente tétrico de lo que nos espera.

Hemos hecho el camino desde Santiago a Santa Clara, a pie y en algunos momentos subidos en carretas tiradas por bueyes, atestadas de municiones y pólvora. Estas tan agotado que prefieres el peligro de saltar por los aires al sufrimiento permanente de las rozaduras.

No hay tregua desde el toque de diana a las seis de la mañana, hasta el toque de silencio a las diez de la noche, solo descansamos para el almuerzo. Para ir desde Santa Clara a Cienfuegos, hemos tenido suerte y nos han subido a un tren como borregos. Han aprovechado el convoy de aprovisionamiento, para que le diésemos escolta. Son vagones al aire libre, hierros y tablas de madera ensambladas, atornilladas a los ejes de hierro de las ruedas, de los que tira, renqueante y tísica una vieja locomotora, a tal velocidad que nos permite bajarnos, cortar de un tajo con la bayoneta la caña de azúcar y volver a subirte, en marcha.

La ruta en tren es lenta y aburrida, pero mejor que hacerla andando, donde los dedos se te llenan de ampollas y las plantas de los pies de llagas.

Nuevamente respiramos el espeso polvo del camino rural que desde Cienfuegos conduce por Santi Spiritus a Jucaro, cabecera de la " trocha ", un hachazo que dio el General Weyler, partiendo la isla en dos desde Jucaro a Morón, para separar la zona sublevada de Oriente, de la tranquila provincia de Occidente.

Pensábamos equivocadamente que el final de nuestro destino era reforzar las guarniciones que están acantonadas a lo largo de los cuarenta kilómetros de la "trocha"; o para relevar a alguno de los siete batallones de infantería y tres de cazadores que la defendían, algunos muy diezmados por la fiebre amarilla, la disentería y las diarreas. Mal alimentados, sin tiempo para que el cuerpo se adapte a este clima y pueda luchar contra las enfermedades tropicales, durmiendo al raso, somos pasto de la humedad, que nos aniquila con el reuma y de los mosquitos, grandes los cabrones como halcones, que se lanzan desde las copas delas palmeras y las yucas en picado, eligen el cuello o los tobillos de su presa, para chuparle la sangre, dejando al despedirse un dedal violeta que pica, tanto que llegas a hacerte sangre de tanto rascarte. Una mierda de vida. En los fortines y blocaos diseminados por la "trocha" hay brotes de sarna y tiña, entre la tropa que no se lava desde hace un año, porque el poco agua que reciben les llega justa para beber. Por eso, nos hemos alegrado enormemente cuando han dado la orden de levantar el campamento y salir hacia Camagüey, primera etapa de nuestra marcha hacia Las Tunas y Bayamo, antes de regresar a Santiago de Cuba.

De todas las jornadas, manteniendo una marcha agotadora e insufrible, lo peor fue atravesar Bayamo. Lo hicimos acojonados. Nos habían advertido que estaba infectado de enemigos, que las guerrillas actuaban a sangre y fuego, destruyendo los "ingenios azucareros", quemando los cañaverales, volando las vías del ferrocarril y saqueando los bateys y bohíos. Y que en algún escondrijo secreto entre Manzanillo y Bayamo, se encontraba el cuartel general de los "Mambises", con el caudillo rebelde, Calixto García al frente.

Gracias a Dios, pasamos sin disparar un solo tiro, tuvimos la gran suerte de no toparnos con sus partidas, son tan sanguinarios que no hacen prisioneros, al que cogen, lo matan a machetazos y en paz nos quedaremos de momento de guarnición en Santiago de Cuba, para tu tranquilidad es una ciudad bien guarnecida. Esta defendida por diez mil soldados, que se dice pronto. Aquí, dicen que a diferencia de La Habana, se huele a guerra. Cierto, se palpa la actividad militar. Me han contado que de vez en cuando hay que salir de descubierta hasta El Pozo o El Caney. Pero como somos muchos soldados, es fácil que te toque de higos a brevas. Amor, Santiago puede ser un buen lugar para que tres años pasen pronto y sin complicaciones.

Es lo que cada noche, tendido en la colchoneta de paja y fija la mirada en el techo de madera del barracón, pido, cruzando los dedos, tocando el hierro del cabecero, rezando a San Judas Tadeo y besando el escapulario que me distes. Que regrese por mi propio pie y llegue a tus brazos, tan sano y vivo como salí.

Muchos besos y un fuerte, fuerte abrazo de la persona que mas te quiere en el mundo.


Constantino

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