Cartas de la
nostalgia IV
Santiago de Cuba - 11 de Marzo 1898
Queridísima Prisca :
Te escribo nervioso y preocupado desde nuestro destino, en Santiago de
Cuba. Esto se encuentra al otro extremo de la isla. En la provincia de Oriente,
donde se sublevaron los terratenientes cubanos. Hay guerrillas por todas
partes, las partidas irregulares de campesinos han desatado una lucha sin
cuartel.
La marcha de quince días a través de la " manigua " vadeando ríos,
escalando montañas, ha sido brutal y dura. He visto morir a mas compañeros,
abatidos por el paludismo, la malaria y la fatiga, que supongo lo hacen las
balas enemigas.
Si, amor, ya he visto el rostro descarnado de la muerte, su sonrisa hueca y
repugnante y todavía no hemos entrado en combate. Es un adelanto cruelmente tétrico
de lo que nos espera.
Hemos hecho el camino desde Santiago a Santa Clara, a pie y en algunos momentos
subidos en carretas tiradas por bueyes, atestadas de municiones y pólvora.
Estas tan agotado que prefieres el peligro de saltar por los aires al
sufrimiento permanente de las rozaduras.
No hay tregua desde el toque de diana a las seis de la mañana, hasta el
toque de silencio a las diez de la noche, solo descansamos para el almuerzo.
Para ir desde Santa Clara a Cienfuegos, hemos tenido suerte y nos han subido a
un tren como borregos. Han aprovechado el convoy de aprovisionamiento, para que
le diésemos escolta. Son vagones al aire libre, hierros y tablas de madera
ensambladas, atornilladas a los ejes de hierro de las ruedas, de los que tira,
renqueante y tísica una vieja locomotora, a tal velocidad que nos permite
bajarnos, cortar de un tajo con la bayoneta la caña de azúcar y volver a
subirte, en marcha.
La ruta en tren es lenta y aburrida, pero mejor que hacerla andando, donde
los dedos se te llenan de ampollas y las plantas de los pies de llagas.
Nuevamente respiramos el espeso polvo del camino rural que desde Cienfuegos
conduce por Santi Spiritus a Jucaro, cabecera de la " trocha ", un
hachazo que dio el General Weyler, partiendo la isla en dos desde Jucaro a Morón,
para separar la zona sublevada de Oriente, de la tranquila provincia de
Occidente.
Pensábamos equivocadamente que el final de nuestro destino era reforzar las
guarniciones que están acantonadas a lo largo de los cuarenta kilómetros de la
"trocha"; o para relevar a alguno de los siete batallones de infantería
y tres de cazadores que la defendían, algunos muy diezmados por la fiebre
amarilla, la disentería y las diarreas. Mal alimentados, sin tiempo para que el
cuerpo se adapte a este clima y pueda luchar contra las enfermedades
tropicales, durmiendo al raso, somos pasto de la humedad, que nos aniquila con
el reuma y de los mosquitos, grandes los cabrones como halcones, que se lanzan
desde las copas delas palmeras y las yucas en picado, eligen el cuello o los
tobillos de su presa, para chuparle la sangre, dejando al despedirse un dedal
violeta que pica, tanto que llegas a hacerte sangre de tanto rascarte. Una
mierda de vida. En los fortines y blocaos diseminados por la "trocha"
hay brotes de sarna y tiña, entre la tropa que no se lava desde hace un año,
porque el poco agua que reciben les llega justa para beber. Por eso, nos hemos
alegrado enormemente cuando han dado la orden de levantar el campamento y salir
hacia Camagüey, primera etapa de nuestra marcha hacia Las Tunas y Bayamo, antes
de regresar a Santiago de Cuba.
De todas las jornadas, manteniendo una marcha agotadora e insufrible, lo
peor fue atravesar Bayamo. Lo hicimos acojonados. Nos habían advertido que
estaba infectado de enemigos, que las guerrillas actuaban a sangre y fuego,
destruyendo los "ingenios azucareros", quemando los cañaverales,
volando las vías del ferrocarril y saqueando los bateys y bohíos. Y que en algún
escondrijo secreto entre Manzanillo y Bayamo, se encontraba el cuartel general
de los "Mambises", con el caudillo rebelde, Calixto García al frente.
Gracias a Dios, pasamos sin disparar un solo tiro, tuvimos la gran suerte
de no toparnos con sus partidas, son tan sanguinarios que no hacen prisioneros,
al que cogen, lo matan a machetazos y en paz nos quedaremos de momento de guarnición
en Santiago de Cuba, para tu tranquilidad es una ciudad bien guarnecida. Esta
defendida por diez mil soldados, que se dice pronto. Aquí, dicen que a
diferencia de La Habana, se huele a guerra. Cierto, se palpa la actividad
militar. Me han contado que de vez en cuando hay que salir de descubierta hasta
El Pozo o El Caney. Pero como somos muchos soldados, es fácil que te toque de
higos a brevas. Amor, Santiago puede ser un buen lugar para que tres años pasen
pronto y sin complicaciones.
Es lo que cada noche, tendido en la colchoneta de paja y fija la mirada en
el techo de madera del barracón, pido, cruzando los dedos, tocando el hierro
del cabecero, rezando a San Judas Tadeo y besando el escapulario que me distes.
Que regrese por mi propio pie y llegue a tus brazos, tan sano y vivo como salí.
Muchos besos y un fuerte, fuerte abrazo de la persona que mas te quiere en
el mundo.
Constantino
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