martes, 8 de julio de 2008

Carta del miedo


Carta del miedo




Santiago de Cuba, hoy 24 Abril de 1898

Querida y amada Prisca :

Cada día que pasa en esta maldita Isla, mis sentimientos hacia ti, se agigantan y lo que empezó siendo un "flechazo" de jóvenes enamorados, se va sedimentando, poso a poso, en la distancia.
Es tu recuerdo perenne, con el que duermo abrazado cada noche y amanezco feliz al despertarme, la fuerza que me eleva por encima de todas las miserias que me rodean.
Es tu amor, vida mía, quien me sirve de coraza, para rechazar los miedos de la muerte, el temor a la tortura, el pánico, a la simple posibilidad de no volver a verte jamás.
Doy gracias a Dios, por tener la inmensa suerte de haberte conocido. De amarte y sentirme amado.
Porque de otra forma no podría aguantar esta separación, sobreponiéndome a las situaciones que provoca una guerra, y aguantar impasible, las condiciones de una vida, para la que no estaba preparado.
Nuestro día a día, aquí en Santiago, es monótono y aburrido. Tenemos que buscarnos la subsistencia, cada uno como puede, a base de engaños, mentiras y amenazas, que todo vale, con tal de conseguir algo de comer decente. O la munición necesaria para cuando entremos en combate, o unas simples vendas para que los rasguños que te hacen las "pitas" de yucas o las espinas de los cardos, que inundan la "manigua", no se te infecten con esta calor húmedo.
He visto Prisca, como algunos compañeros se limpiaban las heridas de las piernas, llenas de gusanos, con la punta de la bayoneta, calentada al rojo, porque no hay alcohol ni yodo para desinfectarlas y la gangrena , acecha, en cada herida podrida.
La corrupción de algunos jefes, pasa, por vender la mitad de las mercancías que recibimos en un mercado negro cerca del cementerio.
Esta en el extrarradio, es un barrio de "boliches" humildes. Allí puedes encontrar de todo, comida, ropa militar, medicamentos, hasta perfumes de Paris. Dicen las malas lenguas, que hasta allí se acercan a comprar las "generalas" y gentes de mucho dinero, porque los comercios están vacíos por culpa del bloqueo de los barcos americanos, y en el Mercado Central, solo encuentras pescados bastos que traen los barcos de "bajura", tan malos que solo los comen los cubanos, mezclándolo con arroz cocido, habichuelas y magro de cerdo. Una cochinada.
Desde hace semanas cunde el pánico por acaparar alimentos, fruto del miedo que tiene la población a que nos quedemos sitiados por tierra y por mar.
Un kilo de garbanzos del "Barco de Ávila" llega a costar dos pesos y un litro de aceite de oliva, que te venden en garrafones con etiqueta que pone: envasado en Andújar, para consumo del glorioso Ejercito español", lo venden sin ningún pudor a la vista del público, por tres pesos y medio.
Una fortuna al alcance solo de los ricos y los grandes jefes.
Los pobres y nosotros, tenemos que freír los huevos con aceite de tocino y grasa de los caballos muertos, derretida.
Al capitán médico del regimiento Numancia Don Serapio Núñez, le han hecho consejo de guerra, porque tenia montado un tinglado con la ayuda de tres sanitarios. Los cabrones vendían las medicinas a civiles, que las robaban del botiquín del hospital de campaña. Los han cogido, porque el sargento furriel quería una parte y al negarse el capitán, los ha denunciado al coronel. Es una vergüenza, que no puedes criticar en público, porque te expones a que te destinen al frente; con carácter forzoso. Con los superiores pocas bromas.
Los nombres de los corruptos que se están enriqueciendo a costa de robarnos, están en boca de todos, pero del Gobernador para abajo, incluido los políticos, todos cierran los ojos y aquí no pasa nada.
¡Ya sabes, ojos que no ven, corazón que ni siente ni padece !
Aletea permanentemente, la posibilidad de ir destinado a cualquier posición de primera línea. Tendré que asumirlo, aunque me tiemblen las piernas. Son mataderos, donde si no mueres del "vomito negro", lo haces de un balazo, reventado por la metralla de una granada, o bajo el afilado machete de un "guajiro".
Un futuro tan oscuro, que me pone los vellos como espinas de chumberas.
A mis padres, diles que estoy muy bien que esto es una balsa de aceite, que van a firmar un armisticio para que acabe la guerra.
Entretenlos, porque mi madre está resentida del corazón y un disgusto la puede matar. Anímala enseñándole la foto que te adjunto, donde estoy con todos los compañeros de la compañía.
Ayúdales en lo que puedas. Necesitan apoyo, porque solo saben de Cuba, que es una tierra que está muy lejos. Intuyo, que están aterrados como yo, ante la perspectiva de que me maten.
Compréndeles, amor, ya que tu sufrimiento es parejo.
Yo sigo reservando lo mejor de mi amor, inmenso como las puertas del cielo y puro, como la sonrisa de Dios.
Te quiero Prisca, con pasión, hasta el tuétano de la caña de mis huesos.

Besos para los tuyos y los míos.

Te recuerda siempre

Constantino

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